domingo, 11 de julio de 2010

SER POBRE

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Siete Aguas, 25 de enero de 2006, 07h

Tema: El consejo evangélico de ser pobre

Más que de la pobreza, la Biblia habla del pobre, de la pobre, de los pobres. En hebreo bíblico, el pobre pertenece a una categoría de personas, denominadas en plural, Anawim Adonai. Anawim Yahweh, Pobres de Yahweh.

El consejo evangélico de ser pobre, va dirigido al ser, más que al tener. “Ser pobre” es más que “no tener”. Es “ser”. Es un modo de ser, es un talante, es un perfil, una personalidad, una identidad. Es algo esencial y no accidental, ser pobre. Es algo constitutivo, no adicional. Es una cualidad de la existencia, no de la apariencia. Es una actitud, no un acto. Es una realidad del espíritu, no del cuerpo. Es algo sustancial más que circunstancial. Es un sustantivo más que un adjetivo. Es una identidad más que una oportunidad o coincidencia. Es la vida más que el vestido. Es el ser más que el tener. Es un modo de ser hombre o mujer. Ser pobre es un modo de ser ante Dios, ante ti, ante los hermanos y ante la sociedad, la historia y la eternidad.

Es cierto que el evangelio de Lucas en su primera bienaventuranza no añade ningún adjetivo al sustantivo “pobres”. Llanamente dice: Felices los pobres porque vuestro es el Reino de los cielos (Lc 6,20). Por el contrario, el paralelo del evangelio de Mateo añade al sustantivo el detalle “en espíritu”. Dice: Felices los pobres en el espíritu porque suyo es el Reino de los cielos.

Se ha escrito muchísimo en los años 80 sobre esta diferencia. Según los teólogos de la época, Lucas hablaba de dinero, de pobreza real, de economía, de administración de bienes, de pobreza material, mientras Mateo hablaba de la pobreza espiritual. Yo estudié en dos ocasiones las Bienaventuranzas, una vez estando en Alemania, otra vez en Roma, y no llegué a comprender mucho por mucho que leí, lo que el Señor hoy me explicaba con mucha verdad.

No se trata de dos pobrezas. Mucho menos de dos pobrezas contrapuestas. Muchísimo menos de hacer de la pobreza material o espiritual una bandera, un partido. No es cuestión de ver la pobreza como economía, poniendo el acento en el dinero, e impulsando una revolución económica. Tampoco es cuestión de reducir la pobreza a una espiritualización del consejo evangélico, sin ninguna relación con la justicia económica, la caridad o la misericordia. Hacer de las consecuencias la causa conduce siempre a errores. Partir de los efectos más que de las causas, de las ramas más que de la raíz, no es acertado. Es preciso comprender del consejo evangélico de la pobreza desde el ser pobre. La pobreza evangélica está antes que en el hacer acciones de pobre, en el ser pobre en realidad, en el espíritu, en lo esencial del ser.

El pobre de Yahweh, manifiesta su pobreza en todos los campos de su existencia.

1. Ante Dios es el humilde, el que todo lo espera de Dios, el que se abandona a El, el que cree, espera, ama a Dios. Se vive en dependencia amorosa de El, en confidencialidad amorosa, en obediencia amorosa, en disponibilidad amorosa. Y todo lo espera de Dios. Es el hombre rico en esperanza, en confianza, en oración, en religiosidad, en relación vital con Dios.

Is 57,15: yo habito con el quebrantado y humilde de corazón

Stg 4,6: Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes

Lc 6, 20-26

Mt 5, 1-12

Mt 11,29: Aprended de mí que soy pobre humilde de corazón.

2 Co 8,9: Ya conoceis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.

2. Ante sí mismo, el pobre es el que acepta sus límites con sabiduría, con la sabiduría del evangelio, con la sabiduría de la Palabra de Dios, que tiene respuesta a todas las limitaciones humanas. El pobre, tiene mucha conciencia de sus limitaciones. Pero no hace de sus limitaciones algo que hay que descartar, algo que hay que evadir, que se debe ignorar, tapar, encubrir, almacenar, encerrar bajo llave para que nadie se de cuenta, viviendo la esquizofrenia del ser y el aparecer. Todo lo contrario, aprovecha la energía de sus limitaciones accidentales, para cargarse de lo esencial.

- La limitación de la salud… es padecida y gozada por el pobre en clave de apertura a Dios, de aceptación de su voluntad. Es vivida como la riqueza de conocer los límites biológicos de nuestro Bios, de nuestra vida terrena y física, y buscar la existencia en la Thoé, en la Vida eterna de Dios más allá de este mundo.

La limitación de las sucesivas etapas de la vida: El pobre, acepta las limitaciones de ser joven inexperto, de ser persona impulsiva, de no saber por experiencia lo que cree. El pobre acepta en su madurez, que todo lo que tiene podría no tenerlo. Es dependiente de un Dios tan bueno, que le da la comida abundante para sí y para sus hijos etc. El anciano, padece la reducción de sus fuerzas y de su vitalidad. Pérdida de motricidad, ya no se mueve tan fácilmente, ya no salta, ya no corre, ya no danza… Ya no es joven, ya no le llaman tanto, ya no es tan importante. Es una reducción de fuerzas físicas que puede y debe ser una bienaventuranza. Pérdida de memoria, pérdida de vista, de oído, de facultades físicas y psíquicas… Es un empobrecimiento sometido a la vivencia radical de la bienaventuranza del pobre de Yahveh. Quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta. Tu gracia me basta. En la debilidad me siento fuerte

Mi gracia te basta, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad (2 Co 12,9).

1Co 15,10: Por la gracia de Dios soy lo que soy.

La limitación en el apostolado, donde o vivimnos la bienaventuranza de la pobreza o nos morimos:

2Co 12,1-10: Me complazco en soportar por Cristo flaquezas, oprobios, necesidades, persecuciones, angustias, porque cuando soy débil es cuando soy fuerte.

2Co 13,9: No nos importa parecer débiles y que vosotros parezcais fuertes.

2 Cor 13,43: Compartimos con Cristo su debilidad ()

3. Ante el hermano es el humilde, el que no se cree superior, el que no se pone por encima de los demás. El que no tiene una autoestima tal que raya en complejo de superioridad. El que frente al hermano, es capaz de ver lo que necesita, sea vestido, sea alojamiento, sea atención humana, sea diálogo, sea formación. El soberbio no se da cuenta del otro, porque está tan lleno de sí, con un yo tan espectacular ante sus ojos, que no cabe nadie más en su horizonte. El humilde sabe que es preciso que el otro crezca y que yo disminuya.

Rm 12,1-21: vencer el mal con abundancia de bien

1 Pe, 4,10: Buenos administradores de la gracia de Dios. Pedir a María la vivencia de la Bienaventuranza de la pobreza y la humildad. (Lc 1,46-56).

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