domingo, 11 de julio de 2010

PAISAJES DE LA VIDA CONTEMPLATIVA MISIONERA

Siete Aguas, 7 de enero, 2006

En los días que llevamos de EE hemos ido acentuando actitudes orantes que se despliegan y se afianzan en nosotros en la medida que hacemos nuestra la espiritualidad Verbum Dei.

Nuestro carisma nos adentra en los preciosos paisajes de la vida contemplativa-misionera.

El contacto vivo y vivificante con la Palabra de Dios genera en nosotros:

- una espiritualidad de dependencia amorosa de la Palabra creadora de Dios

- una espiritualidad de confidencialidad amorosa con Dios por medio de su Palabra reveladora

- una espiritualidad de obediencia a la Palabra, la obediencia de la fe por la que nos disponemos amorosamente a hacer la voluntad de Dios manifestada en su Palabra

- una espiritualidad epifánica, contemplativo-misionera, por la que Dios se manifiesta a nosotros y nosotros le manifestamos a El.

- una espiritualidad bíblica de expresión y aplicación vivencial y concreta de la Palabra de Dios, la Persona de Cristo, la voluntad de Dios y el Magisterio de la Iglesia, como está indicado en nuestros Estatutos (Est 1-37);

La vivencia de nuestro carisma nos mete en la dinámica bíblica del conocimiento vivo de Dios, del trato con El, de la familiaridad con la Palabra, familiaridad con la persona de de y la aplicación a nuestras vidas concretamente, de lo que vemos en la oración.

- una espiritualidad , que en los números 201-210 de nuestros estatutos está expresada con ricos matices.

1. Una espiritualidad en función de la vida de muchos, no sólo de la santificación propia sino de la vida de muchos, y al servicio de toda la Iglesia.

201. Nuestra espiritualidad está no sólo en función de la santificación propia, sino de la vida de muchos y al servicio de toda la Iglesia de Cristo.

No podrá alimentarse de gustos y aficiones propias o ajenas, ni dejarse llevar por cualquier viento de doctrina (Ef 4,14).

Deberá necesariamente nutrirse con el alimento sólido y seguro de la Palabra de Dios: "A Dios escuchamos cuando leemos sus palabras (DV 25).

S. Ambrosio: “A El hablamos cuando oramos, y a El escuchamos cuando leemos las palabras divinas”.

S. Jerónimo: “El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”.

202. Por lo mismo la contemplación, meditación, piedad y vida de oración, se fundamentará en la Palabra de Dios, interpretada por el Magisterio de la Iglesia,

El cristianismo de muchos depende de nuestra vida y nuestra vida dependerá de la calidad de meditación-oración que practiquemos y vivamos diariamente.

203. La Sagrada Escritura constituirá el alimento normal y la fuente viva de nuestro ejercicio atento y reposado de medita­ción diaria. Tratando no sólo de discurrir y de saber teóri­camente, sino de asimilar amorosa y vivencialmente la verdad que nutre y libera.

204. Cuidaremos durante la jornada, en un ambiente propio de vida contemplativa, de traducir en vida propia y para toda la Iglesia, la verdad que para vida y bien de todos estudiamos, aprendemos, oramos y vivimos. En este ejercicio y vida en Cristo, radica nuestra formación y la fuerza apostólica propia de nuestra misión evangelizadora.

205. Nuestra vida, centrada en la Persona, Vida y Evangelio de Cristo, irá tomando necesariamente la espiritualidad fundamental de Jesús en su actitud orante que hace del Hom­bre-Dios un adorador del Padre y, desde el Padre, una dona­ción y entrega a todos los hombres.

206. Conviviendo con el Cristo real de hoy, en su Cabeza y en sus miembros, nuestra oración seguirá el ritmo vital de todo su Cuerpo, participando en carne propia del drama y vicisitu­des de su Iglesia, secundando la solicitud por toda ella del Vicario de Cristo en la tierra.

207. Nuestra oración y diálogo con Jesús no constituirá un tranquilizante ni creará una actitud estática, sino más bien dinámica, acuciante y tal vez conflictiva. Así fue frecuente­mente la vida y oración de Jesús, celoso por el plan salvífi­co y misteriosa voluntad del Padre y por la fidelidad y perseverancia de sus discípulos.

208. Solidarios e identificados con la realidad vivencial del Cristo de hoy en toda la humanidad, nuestra oración y nuestra misión no formarán sino una misma y sola vida: la vida de Jesús compartida y convivida con todos los hombres.

209. Guiados por la misma Palabra de Dios y el sentir de nuestra Madre la Iglesia en bien de todos sus hijos, nuestra espiri­tualidad y vida de piedad estará evidentemente, como la de Jesús, orientada hacia el amor y gloria del Padre, bajo la luz y guía del Espíritu Santo, con la ayuda constante de María y centrada en la Eucaristía y la Iglesia, Cuerpo Mís­tico de Cristo.

210. Toda nuestra existencia se proyecta con la mirada mater­nal de María sobre el Cuerpo Místico de Jesús que sigue hoy sufriendo, muriendo y resucitando en sus miembros en todas las latitudes. María nos acompaña y anima a repetir en nues­tra vidas el misterio pascual de Cristo, de muerte y resu­rrección para redención de sus hijos.

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