domingo, 11 de julio de 2010

DIOS NOS BENDICE

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Siete Aguas, 17 de enero de 2006

Iniciamos nuestra oración con gratitud y tono de fiesta. Nos brota del corazón decir: Felicidades. Felicidades, Padre Creador del Verbum. Felicidades, Jesús, Redentor del Verbum Dei. Felicidades, Espíritu Santo, santificador del Verbum Dei. Felicidades, Madre del Verbum Dei.

En oración, queremos expresarles nuestra gratitud, por aquel día 17 de enero del 63, en que por voluntad divina, nacía en el seno de la Iglesia una pequeña criatura, que hoy, a distancia de 43 años, queremos bendecir e implorar de Dios bendición. Bendícenos, Dios del Verbum Dei, y danos el don de bendecirlo contigo.

Una manera de celebrar esta fecha es bendiciendo al VD. “Mi misión es bendecir” (Num 23,20). Pues si Dios lo bendice yo no lo puedo maldecir. Y en la oración, lo que aprendo es que la Fraternidad, desde el plan de Dios es una bendición. Me siento muchas veces como Balaán bendiciendo al pueblo de Israel. El no lo pudo maldecir. Aunque Balac, rey de los moabitas, llevara por tres veces a distintos puntos al profeta Balaán a maldecir a Israel, y le prometía el oro y el moro si lo maldecía, Balaán, al consultar con Dios su opinión sobre el pueblo no lo podía maldecir, porque Dios lo bendecía. Balaán, profeta de Dios, en oración, ve lo que le hace ver Dios, y dice lo que le hace decir Dios (Num 23,3.12.20).

“Mi misión es bendecir, porque El ha bendecido; no voy yo a contradecirle… el Señor, su Dios está con él y ellos lo aclaman como rey”… (Num 23,21-22).

Irritado contra Balaán, Balac dio una palmada y le dijo: Te había llamado para maldecir a mis enemigos y los has bendecido por tres veces. Así que márchate a tu tierra. Te había prometido colmarte de honores, pero, ya ves, te he privado de ellos. Balaán respondió: ¿No había dicho yo a tus mensajeros que, aunque me dieras tu palacio lleno de oro y plata, yo no podría contradecir las órdenes del Seño, ni hacer por propia inicativa cosa alguna, buena o mala, sino que diría fielmente lo que el Señor dijera? (Num 24,10-13).

Desde la oración, mi misión es bendecir al Verbum Dei, verlo desde Dios, pronunciar sobre él las palabras que Dios pronuncia, impulsar su identidad y carisma, cooperar a que llegue a ser lo que Dios quiere que sea, y cumpla el fin para el que ha sido dado a luz. Si es verdad lo que decía Santa Teresa: “He salvado un alma cuando le he enseñado a orar”. Nosotros, dedicándonos a orar y a enseñar a orar, estamos comprometidos con una tarea de salvación eterna de muchas personas. Ojalá que en este día veamos con los ojos de Dios el gran e inmenso bien que puede hacer Dios por el VD si permanece fiel a su identidad y carisma específico. La Santa Sede, aprobando este carisma manifiesta que Dios lo ha suscitado en la Iglesia, para que sea a la vez una bendición para la Iglesia universal y para la humanidad.

Viviremos este día orando sobre la oración, rumiando con Dios las palabras del Sermón de la Montaña en las que Jesús, enseña a sus discípulos la fuerza de la oración (Mt 6,5-14; v .25 al 34; 7,7-12; 7,15 al 27) y rumiando las Constituciones (Nº 15-27).

Mt, 6,5-14:

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Os aseguro que ya recibieron su recompensa.

Cara a Dios… Recompensa de Dios… el silencio, el tú a tú, el a solas, el interiorizar, el personalizar la oración, el intimar con Dios. Una cosa son rezos, prácticas, exterioridad y otra cosa es la interioridad.

La oración nos da interioridad, nos da el gusto por el tú a tú con Dios, la concentración, el centramiento en El, el enamoramiento, la experiencia personal de gusto.

Entra en tu habitación.

Ciérrate por dentro. No dejando el mosquito en la mosquitera… A solas con Dios.

Sed de contemplación, de atención amorosa, de escucha atenta de la voluntad de Dios, con mucho espíritu de observación.

Tu Padre está en lo secreto. En lo oculto. Se deja encontrar a puertas cerradas, a mente clausurada para Dios, a corazón clausurado. Clausura! Por favor. Cónclave, cerrados con llave con sólo Dios.

Tu Padre ve en lo secreto, te conoce. Te premiará. Será tu recompensa. Lo que oras te sostendrá. Sus palabras tendrán mucho peso. Te entenderás con tu Padre, te entregarás a su voluntad, te complacerás en El. Pídele como en Lc 11,1: Enséñanos a orar. Enséñanos a vivir la vida desde la oración, desde la Palabra de Dios escuchada y rumiada.

Sabe vuestro Padre lo que necesitáis.

Qué gran confianza genera esto en nosotros. Oras con un Dios que te conoce, que sabe lo que hay en ti. Que conoce tu vocación y tu misión. Que conoce la talla de tu humildad y tu soberbia, que conoce tus intenciones y tus plasmaciones, tus sueños y tus realizaciones. Llorar con el Padre, o gozar con el Padre, dialogar con el Padre, con Jesús, con el ES, con María, que nos conocen.

Orad así:

Padre nuestro: Dios nos da un horizonte comunitario, plural. Cada uno con El aprende a ser parte de un conjunto. Aprende a ser hijo y hermano.

Estás en el cielo: El cielo es donde tú estás. Si estás conmigo pones el cielo en esta habitación, en mi cercanía. Me introduces en tu morada, en tu recinto, en tu casa, en tu cielo, en tu amistad…

Venga tu Reino: Nos interesa que nuestros hermanos se sientan en casa, te conozcan. Háblame de la venida de tu Reino. ¿Qué es? ¿Dónde quieres venir? ¿te puedo llevar? ¿te puedo servir? ¿Qué ser y hacer para que venga tu Reino de Amor? ¿Qué experiencia de tu amor requiere de mi el que pueda yo colaborarte en la venida de tu Reino? Hemos de hacer de esta tierra el cielo. Estamos lejos. No sé como hacerlo. Dame luz. Venga tu reino.

Oración jaculatoria, la del peregrino ruso, que repite, la oración del corazón, hasta que los ojos del corazón contemplan con evidencia clara este Reino, que es la Trinidad en nosotros y en cada corazón. Sólo tú que eres bueno puedes obrar la bondad. Pero quieres amar desde mí, ya que moras en mí y me haces morada de amor… Venga tu Reino a través de ti en mí. El reino de Dios no es de hombres y sólo Dios lo puede hacer venir. Eso sí. También con nuestra colaboración, de dejar que Dios reine ya en nosotros.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: Es que el cielo, como experiencia es la realización de la voluntad de Dios. Cuando nos oponemos en esta tierra al plan de Dios vivimos un infierno. Sartre lo decía. El infierno son los demás. Es un infierno estar desobedeciendo la Palabra de Dios. Oramos para escuchar y obedecer tus Palabras amorosamente. Y en la medida que nos entregamos a orar y a poner en práctica lo orado entramos en otro modo de ser, de vivir, de existir, de percibirnos, de realizarnos. Qué equilibrio emocional, físico, psíquico invade al alma cuando hace la voluntad de Dios! Esta tierra se convierte en cielo, si hacemos la voluntad de Dios, si escuchamos más su voz que la nuestra, si acomodamos nuestra vida a su plan. Vivir ambientes de cielo es vivir ambientes de Reino. En ellos Dios está, lo percibimos, lo escuchamos, lo compartimos, lo convivimos, lo contagiamos…

Danos hoy el pan que necesitamos : Permítenos vivir el don de la providencia. No querer tener más de lo que necesitamos para pasar el día. Ni más ideas de las que necesitamos, ni más éxitos, ni más seguridades… La Providencialidad de Dios es algo que aprendemos en el silencio y constancia de la oración diaria, y de la actitud orante. Providencia que descansa, providencia que genera dependencia amorosa, confidencialidad amorosa, obediencia amorosa, afectividad amorosa, pobreza, castidad renuncia de sí, entrega. Viviendo cada día de lo que recibimos, y confiando en que Dios nos dará cada día la ración necesaria.

Perdónamos nuestras deudas como nosotros perdonamos: La gracia del perdón, procede de la gracia de la oración. ¡Cómo perdonamos cuando nos sentimos perdonados! Sólo el humilde perdona, porque el soberbio nos impide ver nuestro pecado y ser intransigentes con el pecado de los demás.

¡Cuánta sabiduría aprendemos en el sermón de la montaña! En el diálogo con Dios providente, que providencialmente nos trata como a misioneros y misioneras dedicados a una vida contemplativa profunda…

Busquemos lo esencial (6,25-34). No andemos preocupados…

Pidamos y recibiremos (7,7-12).

Escuchemos sus Palabras para obedecerlas (7,15-27).

Dejemos que Dios nos forme con su autoridad (7,28-29)

Vivamos este día como una bendición. El VD fue una bendición para mí. Aunque sólo fuera para mí, valió la pena que naciera. Merece todo mi agradecimiento Dios por haberlo dado a luz. Agradecimiento por haberme puesto en contacto con lo verdadero, con la Vida eterna, con mi salvación eterna. Aunque sólo fuera para las personas que he visto yo beneficiarse de este carisma, valdría la pena. Pero hay muchísimas más. Por esta razón, quiero que mi misión sea bendecir al Verbum Dei porque Dios lo bendice.

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